La elección de una Residencia de Personas Mayores es uno de los momentos más angustiosos y problemáticos por los que pasa la familia.
Una vez se acepta que el/la anciano/a no puede seguir en el domicilio porque no se le puede proporcionar el tiempo ni los cuidados adecuados, la familia se tiene que enfrentar al vasto e ignoto mundo de las Residencias de Mayores. Por el corazón del familiar atraviesa la culpa como si una herida abierta se tratase. La convicción de estar haciendo la correcto está temblando y no faltan voces en el medio familiar, normalmente de quien no se ocupa del anciano, que están en contra del ingreso. La mente se llena de imágenes de maltratos, de abandonos, de abusos... clichés y estereotipos desfasados que representan a una minúscula parte del total de Residencias, pero que sin duda, hacen daño a este sector de servicios profesionales.
Como todos los servicios actuales, las Residencias también han evolucionado enormemente en los últimos años. Atrás se quedó el concepto de asilo, de acogimiento, de beneficiencia, para dar paso a servicios altamente profesionalizados, con una amplia dotación de trabajadores de todas las especialidades socio-sanitarias, y unas normas y reglamentaciones, determinadas por los organismos públicos, que aseguran un correcto funcionamiento.
Para elegir bien la Residencia, hay que conocer primero el sector por el que uno se decanta (lucrativo o no lucrativo), seleccionar si quiere optar por una plaza subvencionada por la Administración o por una plaza privada, y posteriormente visitar una serie de Residencias. En estas visitas, los criterios que se deben seguir para poder decidirse deben ser, entre otros, la existencia de un Sistema de Calidad, las Ratios de Personal (número de trabajadores que debe haber en el centro por el número de ancianos), nivel de satisfacción de los usuarios, instalaciones, dietas, limpieza, etc. De todos ellos vamos a ir haciendo un repaso pormenorizado.
Fuente: Demencia y dependencia. Blog españa.
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